
Durante décadas, los escritores españoles fueron parapetándose en el
pudor para no enfrentarse a lo que ellos mismos contaban. Dejaban a
otros de sufrientes, no fuera a ser que ellos mismos salieran
perjudicados por los infortunios de sus personajes. O lo que es aún
peor, que los confundieran con los que gozaban de aquellas libertades
que disfrutaban esos supuestos personajes imaginarios. Fui consciente de
ello leyendo la novela de Elena Fortún, Oscuro sendero,
el único de Concepción Aragoneses, que así se llamaba la Fortún, en el
que el lesbianismo aparece como sexualidad deseada por la protagonista,
algo que la escritora solo muestra en el que está considerado su
testamento literario.
Sem comentários:
Enviar um comentário