
Una pareja de personas mayores. Pixabay
MI madre tiene una amiga que, después de quedar viuda y de que sus hijos
hicieran su vida, decidió envejecer sola en un pisito, junto al mar,
con sus perritos. La señora tendría entonces más de setenta años y en
vez de acercarse a cualquiera de sus vástagos, se alejó, del que menos,
más de 400 kilómetros. Cuando mi madre me contó la decisión de su amiga
puso mucho énfasis en el tipo de urbanización a la que se iba en la que
tenía de todo. Médico las veinticuatro horas del día, un comedor por si
quieres comer acompañada, todo rodeado de verde y muy cerquita de la
playa. Su propia casa, su escondite. Donde nadie pudiera controlarla ni
fiscalizarla.
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