Unas 50 personas se desparraman por el alargado patio del modesto edificio. Algunas están sentadas en sillas de plástico, pero la mayoría yace sobre alfombras y cojines en el suelo. Son las nueve de la noche, pero ni a esta hora el calor da una tregua. De repente, un joven alto y delgado, de cara angulosa, se levanta y empieza a recitar una poesía que ha preparado para la ocasión. Es Minuss Niang, administrativo en una empresa durante el día que, junto a su grupo de amigos, cada noche se sumerge en este mundo de música y versos que es como un universo paralelo bien diferente a la desnuda crudeza de las calles de Dakar, la ciudad donde habitan. Son Vendredi Slam. Poetas, raperos, juglares, oradores. Ningún adjetivo les cuadra y son un poco todo eso.
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