Senos redondos, firmes, amos y señores de poder y tronío. Piernas eternas, dulcemente arqueadas y perdidas hacia el norte en cinturas de bailarina. Culos prietos y contorneados, tímidos en ocasiones, desvergonzados en otras. Cabelleras de leona, melenas tejidas en rizos o en llanuras, pero siempre evocando esa fatalidad que es principio de ensueños. Las modelos de Pablo Almansa se quitan la ropa, pero es él quien las desnuda para la eternidad disparando su cámara. Y sus fotos son veneno, una poción hechicera sin antídoto que reclama atención, que atrae codiciosamente la mirada del espectador.
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