
Sentado en una cómoda butaca en un remedo de taberna caribeña abierta en una antigua fábrica de gas de Ámsterdam, Elliott Erwitt,
de 87 años, uno de los fotógrafos más famosos de la emblemática agencia
Magnum, asegura con picardía que “la mejor imagen siempre es la
siguiente”. Aunque la respuesta parece una evasiva para no elegir entre
las miles de instantáneas de su veintena de libros, no es eso. Apodado
el maestro del momento oportuno, capaz de captar con igual agudeza a una
pareja anónima besándose que a Marilyn Monroe, Richard Nixon,
Jacqueline Kennedy en el funeral por el asesinato de su esposo o Bob
Dylan, admite que “una buena situación mejora las posibilidades de dar
con la escena adecuada”. Pero no todo es suerte ni oportunidad. Un
cierto grado de incertidumbre parece ser el ingrediente esencial para
que la fórmula funcione, porque, según asegura: “Nunca sé si la foto es
buena hasta que la revelo, a pesar de los años que llevo en esto”.
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