
Ahora que hasta los jerarcas de los primeros museos del mundo editan
cómics con satisfacción y hasta orgullo, es de suponer que a quienes
durante tanto tiempo —y aún hoy— se burlaron del arte secuencial de la
historieta y le negaron cualquier rango de creación seria, les deben de
estar doliendo las tripas. Que si los tebeos no eran arte. Que si no
podían salir en las páginas de Cultura de los diarios como salen el
arte, la literatura, el ensayo, el cine, la música o el teatro. Que si
cómo se puede comparar a Hergé y Winsor McCay con Zygmunt Bauman y John Berger.
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