
Fotograma de 'Fox in the Mirror', de Liliana Porter.
Nadie de dentro o fuera de Argentina parece albergar dudas sobre la
calidad de sus artistas plásticos contemporáneos, por lo que se hace
casi inexplicable que no haya un mercado capaz de darles la visibilidad
que les corresponde en el panorama internacional. Para hacernos una
idea, la ciudad de Buenos Aires cuenta con 467 librerías, 400 salas de
teatro y menos de 40 galerías, según datos del estudio World Cities
Culture Forum publicado en 2014. Los artistas son más que
sobresalientes: Leandro Erlich, Julio Le Parc, Eduardo Stupía, Liliana Porter, Villar Rojas, Horacio Zabala, Ignacio Liprandi, Mirtha Dermisache o Marta Minujín,
son unos pocos nombres que dan idea de la potencia creativa argentina.
La pregunta inevitable es ¿a qué se debe la fragilidad de un mercado que
podría tenerlo todo para estar entre los más notables?. Artistas,
galeristas y el propio ministro, Pablo Avelluto,
hablan de una maraña administrativa y fiscal que, junto a su lejanía
geográfica de los grandes centros internacionales y una crisis endémica,
ha convertido al Arte en la auténtica Cenicienta de la Cultura
argentina. No siempre fue así.
Sem comentários:
Enviar um comentário