
Un hombre observa una obra de la Galeria Luis Adelantado. SANTI BURGOS EL PAÍS
Arco 2017
ha cerrado y lo ha hecho “rompiendo el techo de cristal”. Esas son las
cinco palabras que emplea Luis Valverde, codirector de la galería
madrileña Espacio Mínimo, para contar cómo les ha ido la feria. Han
vendido bastantes piezas por encima de los 20.000 euros. Un precio que
para ellos era una frontera. Evidencia de que el optimismo se ha
extendido, como un bálsamo aplicado por un dios diligente, por los
pabellones del recinto ferial de Ifema en Madrid. Además, regresan
amigos extraviados por el camino de la crisis y el tiempo. “Han
regresado coleccionistas españoles que hacía años que no veíamos en
Arco”, apunta su director, Carlos Urroz. Y añade: “El certamen se
consolida como un espacio de descubrimiento”. Se intuye el alivio en sus
frases. Era una edición arriesgada. El año pasado llegaron pesos
pesados como Marian Goodman, Zeno X o Kurimanzutto atraídos por el 35º
aniversario y estands gratis. Estos días, sin ese doping,Arco se reflejaba en su propio espejo.
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