
“Ya está, ya está, ya está…”. Carme Pigem (1962) está eufórica. Pero se
expresa con contención. Fue ella la que respondió a la llamada
teléfonica que anunciaba que le habían concedido el premio Pritzker, el
más importante del mundo en el campo de la arquitectura. A ella, a su
marido Ramón Vilalta (1960) y a Rafael Aranda (1961), los otros dos
socios del estudio Olot RCR. “Lo creí, porque con estas cosas no se
bromea”, dice, pero desde entonces ha vivido con miedo a que se le
escapase. Reporteros de The New York Times o la CNN han llegado
hasta Olot (Girona), donde ella y sus compañeros llevan casi tres
décadas dedicándose a la arquitectura con una devoción casi religiosa.
Por eso la celebración del Premio Pritzker con sus 30 empleados en la antigua fundición que es hoy su estudio tiene algo de liturgia.
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