
Suelo caminar por las mañanas y tengo la suerte de que en mi recorrido pedestre a veces incluyo El Campo del Moro;
para mí, el jardín más bonito de todo Madrid. La otra mañana, uno de
los pavos reales que campan a sus anchas lució su preciosa cola,
pavoneándose delante de las hembras que deambulaban cerca. Estaba yo
extasiada con el espectáculo cuando otro macho, más grande y bello aún,
arremetió contra el chulito picándole justo donde emerge el abanico de
su plumaje.
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