
Amistad, pugna y pactos. Aquella Italia dividida en pequeños estados
florecientes que fue la cuna de algunos de los mejores artistas que ha
dado Occidente, no dista tanto de nuestro mundo contemporáneo. La
historia comienza así. En 1511, un joven pintor veneciano de gran talento, Sebastiano (1485-1547), llega a Roma, centro moral de la renaciente Italia de signores.
Entonces comienza a formar parte de la escena artística de la ciudad.
Por aquel entonces, el alumno más aventajado de los talleres florentinos
de Ghirlandaio, el mítico Miguel Ángel (1475 -1564), consumaba la decoración del techo de la Capilla Sixtina.
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